Por el Guadalquivir, cuando era la arteria que comunicaba a España con su imperio de ultramar, partió una vez, cierta carbela con destino al Nuevo Mundo recien descubierto... Entre su tripulación, iba un grupo de misioneros franciscanos, que iban a nuevas tierras para evangelizarlas y fundar tres misiones. A tal propósito, llevaban en la bodega, entre las mercancías y vituallas para la travesía, tres imágenes: Tres Cristos, tres crucificados que abanderasen las fundaciones indianas.
A la hora de partir la carabela, aún con viento y corriente favorables, ésta no navegaba, por lo que el capitán del navío ordenó aliviar la carga, pensando que se encontraba varada, y entre los bagajes, desembarcó uno de los Crucificados. En ese momento, el barco comenzó a moverse, por lo que pensaron que fue un milagro, que significaba el deseo de que ese Cristo permaneciese allí, quedándose en Sevilla...
Poco después, al pasar el barco frente al a Hacienda Valparaíso, terminó de San Juan de Aznalfarache, la nave se detuvo otra vez, por lo que se repitieron las órdenes de aliviar cargamento, dándose la circustancia de que al instante en que se bajó el segundo Crucificado, la nave volvió a navegar, lo que les llevó a dejar la imagen en la capilla de dicha Hacienda...
Continuando su curso hacia la mar, la nao volvió, por tercera vez a pararse; Esta vez frente a Coria, al pie del Cerro de San Juan, por lo que dado lo sucedido en las anteriores ocasiones, el tercero de los crucificados, el barco reinició su movimiento, por lo que decidieron depositar esta imagen en la Ermita de San Juan Bautista... Desde el puerto coriano, siguió la flota rumbo hacia la mar, hacia nuevos mundos y cuando arribaron a éste en el Virreinato de Nueva España, fundaron la ciudad de VERA-CRUZ.
Dedicado a D. Sebastián Ortega Pérez y familia y a todos los cofrades de El Cerro.
Fuentes de consulta: PINEDA NOVO, DANIEL: La Herandad de la Vera-Cruz de Coria del Río (2006)
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